Hace unos días la farmacéutica Merck (la americana, Merck & Co., a distinguir de la compañía alemana Merck AG) recibió la aprobación de Ervebo por parte de la Agencia Europea de Medicamentos. Ervebo es la primera vacuna contra el Ébola, y lleva ya algún tiempo siendo administrada de forma experimental
al personal sanitario que trabaja para combatir el virus en África, y a personas que han estado en contacto con infectados.
Una segunda vacuna, esta vez de Johnson & Johnson, también está esperando aprobación.

En los mismos días, Bardoxolone, un producto experimental de la compañía Reata alcanzó resultados positivos en un estudio de Fase III (la última fase para presentar un producto a aprobación de las agencias regulatorias) para el tratamiento del síndrome de Alport, una enfermedad rara que afecta a unos 60.000 pacientes en EE UU y probablemente otros tantos en Europa. El síndrome de Alport afecta gravemente al funcionamiento renal, pero también al oído y la vista. Reata es una pequeña compañía de biotecnología, fundada en 2002 y financiada por inversión privada. De tener éxito, Bardoxolone sería su primer producto en el mercado.

En los últimos dos o tres años se ha creado una gran controversia a nivel global y también en España en torno a los precios de los productos farmacéuticos. Es importante entender que esos precios se ponen para compensar los costes de investigación y el riesgo que se corre de que no haya resultados positivos. También que transcurridos unos años esos productos salen de patente, y por tanto pasan al dominio público. Las patentes de la propiedad intelectual de un libro, por ejemplo, duran 70 años. Las de un producto farmacéutico en la Unión Europea, 10.

¿Compensa otorgar protección de patente durante diez años para obtener vacunas contra virus terribles como el Ébola o tratar enfermedades como el síndrome de Alport? Lo dejo ahí.