Empresas PAS y de AC

Aunque es una ficción convenida, cada vez es más común olvidar la complejidad que implica para una empresa y no digamos para una corporación, personalizarlas y de esta manera convertirlas en cercanas y tratables.

Así, por ejemplo se insiste desde muchas instancias en que las empresas destaquen

por ser ejemplos de ciudadanía, esperando de ellas comportamientos morales que corresponden a las personas, y obviando que las empresas nacen con el objetivo de satisfacer necesidades socialmente relevantes para, lícitamente, obtener un beneficio acorde a su riesgo.

La ética empresarial, que se basa en el principio del buen gobierno, ha pasado a un segundo término en este afán por enfatizar que las empresas deben ser buenas. Buenas, son las personas.

La sostenibilidad, que por ejemplo, se comunica como un valor de responsabilidad en tanto que garantiza una eficiencia en la gestión de recursos, es directamente un elemento constitutivo del buen gobierno empresarial. Y eso es lo que realmente diferencia a una empresa de las personas; las empresas lo son en tanto y cuanto pueden sobrevivir con su rentabilidad, las personas tienen otras alternativas.

La responsabilidad social de las empresas

Que las empresas son agentes de cambio en cuanto dinamizan la sociedad como generadores de bienes y servicios, es algo que nadie duda desde que Henry Ford inventara tanto la cadena de montaje como el convertir a sus trabajadores en sus mejores clientes. Generar progreso no es poca responsabilidad social.

Que se capitalicen estos cambios y se comprometan explícitamente con el desarrollo, o que se alineen corporativamente con los discursos sociales imperantes, forma parte de decisiones que recorren un arco que puede oscilar desde la obtención de beneficios fiscales o subvenciones a la pura filantropía, pasando por cotizarse en fondos que especulan con este tipo de valores instalados en la conciencia social dominante.

Pero todo ello no garantiza el éxito económico final para el que la empresa se constituye, sería siempre un valor no estratégico porque, estando en línea con la legalidad y las normativas, cualquier iniciativa en este sentido atañe a su imagen y no a los consumidores como tales, a los que muy probablemente, les interesen otros.

Pasado el tiempo del capitalismo salvaje y viviendo en una sociedad donde los estados han optado claramente por regular las condiciones de explotación de los medios de producción materiales y humanos, queda un amplio espacio entre el respeto a la ley y la satisfacción de la demanda, en el que las empresas realizan su actividad económica.

A menos que la empresa pretenda igualarse a una ONG, cosa que es realmente contraria a le ética empresarial de la transparencia.

La competencia empresarial

La competencia es ese espacio de libertad, donde concurren las diferencias propuestas de negocio de las que los consumidores sólo ven el resultado final, y las empresas que compiten, ven también la complejidad de un acierto y una buena gestión.

Con la diferencia de que en el caso de la preferencia del consumidor estamos ante una cualidad envidiable, mientras que el caso de la gestión eficaz de una empresa, estamos ante un reto profesional.

Evolucionar de empresa a corporación en los primeros rankings mundiales tiene que ver sin duda con la sólida relación entre ambas, pero la gran incógnita es si el éxito se puede de alguna manera imitar.

La empresa seductora

Estas empresas que encabezan las listas de éxito son seductoras, provocan en los consumidores una adhesión inquebrantable a sus productos y a sus marcas. Colonizan el territorio del deseo, donde las leyes antimonopolio no pueden actuar y establecen una relación de valor para quienes las prefieren, donde la variable precio pasa a ser una tercera derivada ante la compulsión de poseerlas.

Es el efecto boca oreja que producen con un importante mensaje “la he elegido yo”, “con eso te lo digo todo de mi”. Y esa es la clave, en cualquier mercado del que hablemos, incluso cuando hay un prescriptor entre medias.

La clave de su conquista es haber intuido la carga emocional de un deseo. Ello implica una conexión importante con la realidad, una profunda intuición por parte de los fundadores y una disposición a la empatía - no confundir con la simpatía- por la que esa tensión del deseo se transmite hasta el acto de compra y va incluso más allá de la experiencia de uso.

Para ello, estas empresas no sólo han tenido una oportunidad, han sido capaces de mantenerla adecuando su estructura interna y externa a desempeñar esta función: seducir.

Y aquí es donde cobra valor la metáfora de la personalidad de una empresa.

La verdadera personalidad de la empresa

No es ajeno a la recompensa por parte del consumidor el sentimiento de atracción como el que nos despierta una personalidad atractiva. Un algo intangible que no se puede concretar en un solo aspecto, pero que siempre coincide con una experiencia repetida y preferente. Algo que te hace echarla de menos cuando no está.

La competencia empresarial exitosa implica siempre un impacto de personalidad no sólo a través de sus marcas y productos. Además, y de forma decisiva, depende de que ésta se perciba coherente.

Y es la coherencia el segundo aspecto clave para hacernos reflexionar.

La literatura sobre marketing tiene una enorme capacidad para establecer relaciones entre la actividad comercial y la psicología y de todo su repertorio, me voy a permitir elegir la analogía de que las empresas que han triunfado y triunfan están traspasadas por unas cualidades y aptitudes que coinciden con una Personalidad Altamente Sensible (PAS*) acompañada de Altas Capacidades o AC

Sus rasgos PAS coinciden con una especial forma de captar la realidad con los sentidos abiertos que se transmite por toda su estructura

  • Sobre-estimulación y capacidad de captar con sutileza la realidad
  • Respuestas creativas emocionalmente vinculantes
  • Gran empatía con el consumidor y las realidades que atañen a su oferta
  • Profundidad de procesamiento, que implica trabajar en la línea del descubrimiento

La analogía con las Altas Capacidades se traduce en los rasgos de rapidez de respuesta organizativa, ajustar medios a fines, reto, experimentación y perseguir los intereses particulares con profesionalidad.

Este segundo aspecto de las AC es lo que cimenta la coherencia y le da expresión de resultados empresariales.

Un núcleo fundador con una estructura que pervive son la clave de ser en definitiva empresa: emprendimiento y esfuerzo organizativo.

Como decía Pablo Picasso, un caso claro de PAS Y AC, cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”

Sobre PAS y AC ver artículo Elaine Aaron 

Begoña Cerezo Mata

Pine C&I